jueves, 31 de marzo de 2016

Lluvia

Miré por las ventanas del tren
-que me llevaba hasta ti-
justo un par de minutos antes de llegar a la estación,
un par de minutos antes de volver a verte.

Yo no sabía si aquellas semanas habían sido meses eternos,
años insoportables,
siglos eternizables
tanto para ti
como lo habían sido para mí .

Sonreí porque vi tu silueta a través de la ventana de mi vagón,
estabas esperándome en un banco de la estación,
inquieta, moviendo las piernas
y tocándote el pelo con las manos,
así que pensé
-inmodestamente-
que también te morías de los nervios por verme.

Escuché un trueno feroz
que me sobresaltó y me sacó de mi feliz ensimismamiento
y unas gotas asesinas más que fuertes
empezaron a golpear,
sin miramiento alguno,
aquellas ventanas
-antes limpias-
por las cuales había estado viéndote.

La amable y educada azafata de turno
aseguró que ya se había terminado el viaje,
que el fin del trayecto nos devolvía a casa o a un distinto lugar,
pero que debíamos bajar del tren y salir de allí
sin olvidar nuestros equipajes.
Agradeció nuestra confianza en usar el tren como medio de locomoción
y yo me apresuré en rescatar la bolsa de mano que tenía en mi asiento
y a dar empujones a la gente lenta y que se aturrulla cuando va de viaje.

Cuando logré salir solamente busqué tus brazos,
esos que llevaban tanto tiempo sin darme calor
-o amor que para mí son lo mismo-
y las gotas de lluvia que ya había olvidado
se apoderaron de mí,
mojándome las gafas y bañándome el cabello,
empapando mi maleta y mi ropa,
haciendo que todas las gentes se volvieran locas
y no pararan de correr.

Aún no he logrado comprender cuánto daño puede hacer un poco de lluvia.

Tus ojos perdidos,
desesperados,
me encontraron por fin como un radar
y tus pasos lentos se volvieron raudos
hasta poder alcanzarnos.

No recuerdo cuanto fue
pero nuestro beso resultó eterno.
Las gentes nos miraban
y yo aun sin verlos sentí en mí sus maliciosos ojos
y su envidia insana,
su criticar abstracto
y pude escuchar, a lo lejos, los improperios más tontos que hay.

Nosotras dos simplemente nos besamos
y la lluvia nos lavó las caras
nos purifico los labios
nos bautizó los besos
nos descubrió las almas
nos santificó el silencio
y nos unió, por fin, en pagano casamiento.

10 comentarios:

  1. Una forma muy poética de criticar lo retrógrada que sigue siendo la gente respecto a la homosexualidad. Pero el mundo es así, tiene que haber de todo, personas sanas que les atraen algo distinto a los demás, personas a las que nos gusta de diferente condición, y personas gilipollas monumentales.

    Soy tú y le meto mano a tu chica, ya puestos a hablar, que hablen con criterio. Estúpidos....

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  2. Jajaja bienvenida mi querida amiga, me ha encantado tu comentario, sobretodo lo último. El poema no es que cuente algo real personal jeje pero mi novia y yo nos queremos con naturalidad y sin tapujos. No daría el espectáculo jaja pero si tuviera un novio tampoco aunque a veces creo que la terapia de choque está bien. Un abrazo y gracias

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  3. Muy hermoso!! Aún queda "gente" que no entiende pero el amor es amor y punto, no importa entre quienes.
    Pero como dice el texto.. es sólo envidia, envidia porque ellos no serían tan valientes de demostrar lo que a otros les parece mal y envidia de que dos personas se hayan encontrado mutuamente.
    Hermoso texto, de verdad. Saludos!

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    1. Gracias por leer y comentar. Bienvenida a la familia, si te apetece te invitamos a seguirnos. Espero que nuestras letras te entretengan, te inspiren, te llenen, te hagan reflexionar o por lo menos sonreír. Un saludo

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  4. Respuestas
    1. Muchas gracias por pasarte por aquí, que bien que te haya gustado, si te apetece compartirlo en tus redes como dices te lo agradecemos mucho. Hasta pronto. Un saludo

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