lunes, 23 de noviembre de 2015

Cosas de familia

El otro día estaba en el médico tan tranquila, esperando a que llegara mi turno y ya se sabe que las salas de espera son muy interesantes y puede pasar de todo.
Estaba sentada tan normal con mi novia y no imaginábamos en ningún momento lo que iba a suceder a continuación.

Una familia que estaba allí esperando empezó a revolucionarse y a hacerse notar. Teníamos una madre, el marido y dos hijos -hombre y mujer- ya de una buena edad, quizá de unos cuarenta años tranquilamente.

Llovía y casi todos los que estábamos allí nos encontrábamos con paraguas en mano, incluida la matriarca del clan que era la que parecía cortar el bacalao en la casa.
Al principio estaban todos sentados y no creo que nadie hubiera reparado en ellos, pero de repente la madre empezó a dar vueltas y a decir que no quería que nadie entrara con ella en la consulta, el padre empezó a opinar  con la hija y a decirle que estaban allí toda la familia para saber que pasaba con ella.
El hijo que parecía tener bastante mala leche o cuando menos estar hasta el moño de tonterías, empezó a decir que había faltado al trabajo para eso y que entraba a la consulta se pusiera como se pusiera.
La madre no dejaba de pasear y de mover el paraguas, le decía al hijo que se fuera a casa, que no le dejaba entrar a él ni a ninguno.

La gente los miraba porque aquello era como una película mala de esas de sobremesa, pero que ves cuando no hay nada más que hacer.
Yo ya empezaba a observar sin ningún pudor porque la cosa se iba poniendo interesante.
La madre empezó a meterse con el hijo, él la miraba con cara de odio y le daba lo mismo que aquella sala estuviera llena de gente; en uno de los ataque de la madre él se levantó y le puso la punta del paraguas en el cuello amenazándola, el asunto ya se iba poniendo castaño oscuro.
La mujer repetía que entraba sola a la consulta, el hijo decía otra vez que había pedido el día libre y que quería ver que le pasaba a su madre y el marido y la hija comentaban por su lado.

La madre volvió a ponerse de pie y a pasearse, dijo que no entraba, que se fueran todos, que ella se iba al mercadillo y se largó escaleras abajo. 
El hijo iba a ir detrás y la hermana le dijo que la dejara sola; un rato después salió a fumarse un cigarro y a comprobar que la madre estaba en la calle y no se había largado sin avisar; parecía capaz, desde luego.

Al rato subieron los dos, el hijo tenía una cara de mala hostia que no veas y la madre, la verdad es que parecía un poco desequilibrada, yo creo que iba al médico para que le mandaran tranquilizantes o algo parecido.

Se sentó otra vez alejada del resto de la familia y empezaron de nuevo con el tira y afloja, llegaron al acuerdo de que ella contaba al médico lo que le pasaba y el resto de la familia entraba a condición de que permanecieran absolutamente callados.

Aún así la cosa no se calmó, la madre se levantó otra vez y desde la otra punta de la sala de espera puso la mano como simulando una pistola e hizo el gesto de disparar al hijo, ¡ooohhh! ¡para que te digo más!

El chico se levantó como una bala y fue a por ella, la cogió del brazo y la metió por otra sala a decirle algo, con lo que no pude ver que ocurría, pero al poco entró de nuevo con la madre agarrada aún del brazo y los dos a punto de explotar.

El padre y la hija comentaban que la madre nada más que buscaba al chico para pincharle y hacerle saltar y a él le debía de hacer falta poco para ello, está claro.

Unos minutos después me llamaron a la consulta y no supe el final de la historia, pero me fui a casa con una sensación tan extraña de lo que había visto allí que me apeteció escribirlo y compartirlo con vosotros.

¿Habéis tenido alguna experiencia parecida? ¿Vuestras salas de espera so tan entretenidas?



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